lunes, 22 de julio de 2013

Nuevos estados europeos de siglo XX: de la República Irlandesa, el Estado libre de Irlanda y la República de Irlanda


Mapa con la división de Irlanda tras el Tratado anglo-irlandés de 1921. Fuente Wikipedia


Eslovaquia, Croacia y Bielorrusia son estados que hoy identificamos claramente como independientes y miembros de la comunidad internacional. Hemos comprobado en nuestra serie “nuevos estados europeos del siglo XX” que sus orígenes son particularmente complejos, que tuvieron formas de estado y regímenes políticos muy diferentes a los actuales. La cuarta entrega nos remite a un caso incluso más paradójico y complejo: en la actual isla de Irlanda, desde 1919 hasta fecha actual, se reconocen al menos tres estados irlandeses independientes, además de la permanente dominación británica sobre los condados nororientales de la isla, el territorio conocido comúnmente como Ulster, de mayoría de población protestante y que pertenece al Reino Unido (Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del norte).




Fragmento de la película documental 1916: Easter Uprising. The true story (inglés, subtitulada)


No vamos a reparar en esta entrada en los complejos orígenes de la hostilidad centenaria declarada entre irlandeses e ingleses, No obstante, el nacionalismo irlandés, origen político del actual moderno estado de la República de Irlanda, se fortaleció mucho durante el último tercio del siglo XIX inicialmente alrededor de la reivindicación autonomista. En 1916, en plena Primera Guerra Mundial, se produjo el conocido como Levantamiento o Alzamiento de Pascua. Durante poco menos de una semana los revolucionarios republicanos irlandeses, partidarios de la independencia de la isla, se alzaron en armas contra la dominación británica. Uno de los líderes más destacados del levantamiento fue Michael Collins, cuyo valor y determinación pronto le llevaron a protagonizar nuevas y más elevadas empresas políticas. Las organizaciones más activas del levantamiento fueron los Voluntarios Irlandeses y el Ejército Ciudadano Irlandés. 

Los sublevados llegaron a proclamar en pleno levantamiento la República Irlandesa como estado independiente. No obstante, la rebelión fue sofocada en apenas unos días y esa declaración, a efectos prácticos, no tuvo efectividad alguna hasta 1919. Pese al fracaso y la constatación de diferencias entre los irlandeses (nacionalistas y republicanos), lo cierto es que el levantamiento dio cuenta de la medida ascendente del independentismo irlandés y de cómo la promesa hecha por Londres de otorgar la autonomía (Home Rule) podía no ser suficiente, para satisfacer el anhelo de autogobierno de la mayoría de los irlandeses de los condados del sur.



Fragmento inicial de la película Michael Collins (en español), héroe de la independencia de Irlanda


Tras años de tensiones con el gobierno de Londres y diferencias entre los nacionalistas monárquicos y republicanos irlandeses sobre la forma de gobierno y la relación con el Reino Unido que querían darle al nuevo estado irlandés, en 1919 se reunieron diputados irlandeses en Dublín, en el Dáil Éireann, y proclamaron oficialmente la independencia de Irlanda. Se ratificó retrospectivamente el establecimiento de la República Irlandesa que se hizo durante el Alzamiento de Pascua de 1916. Al tiempo que esto sucedía en Dublín, los representantes de seis condados del noreste (parte de la provincia del Ulster) aprovecharon la ocasión para repudiar esta declaración unilateral de independencia y mostraron su voluntad de permanecer unidos al Reino Unido.



Fragmento de la película Michael Collins (en español), héroe de la independencia de Irlanda


Otra grave dificultad que tuvo que afrontar el nuevo estado fue el de las diferencias que había entre los propios independentistas: unos partidarios de adoptar sin ambages la forma republicana, otros aún partidarios, desde el respeto a la autodeterminación irlandesa, de mantener algún vínculo con Gran Bretaña a través de una monarquía dual e intentar una convivencia pacífica con los británicos. Los independentistas irlandeses también quisieron aprovecharse del contexto posbélico mundial, proclive al reconocimiento de la autodeterminación de los pueblos europeos (puntos de Wilson) . Pese a esta situación aparentemente favorable, EE.UU. no prestó apoyo al nuevo estado y solamente consiguió el reconocimiento de la Rusia soviética. 

No obstante, internamente la situación era de una violencia extrema y Londres pronto comprendió la necesidad de llegar a algún compromiso con los independentistas. El Acta de Gobierno de Irlanda estableció la división de la isla en dos territorios: Irlanda del Norte e Irlanda del Sur, y se reconoció formalmente el reconocimiento de un gobierno autonómico. Gracias al Tratado Anglo-Irlandés (1921) se logró la ficción jurídica según la cual el gobierno “efectivo” del sur de la Isla se transfería a un gobierno provisional que, a efectos prácticos, lo era de un nuevo estado: el Estado Libre de Irlanda (1922). El nuevo estado, a diferencia del anterior que había contado con una constitución provisional e instituciones precarias, dispuso de constitución plena, parlamento y muy amplios poderes. Aunque formalmente el Estado Libre de Irlanda iba a extender su soberanía sobre toda la isla, de hecho los seis condados de mayoría protestante del noreste se segregaron y su Parlamento (de Irlanda del Norte) no aceptó el Acta de Constitución del Estado Libre Irlandés. Tampoco todos los independentistas irlandeses estaban conforme con la solución encontrada y durante dos años (1922-1923) hubo una guerra civil en la que la facción radical, que cuestionaba el Tratado anglo-irlandés, fue derrotado.

A efectos prácticos, aunque el Estado Libre de Irlanda operó con un amplísimo margen de autogobierno, desde la perspectiva del Reino Unido fue un dominio con un status similar al que en el Imperio británico tenían Canadá o Australia. Así la forma de gobierno de este estado fue una monarquía constitucional donde el poder ejecutivo formalmente correspondía al monarca británico, aunque realmente quien lo ejercía era un Consejo Ejecutivo (ministros) con responsabilidad directa ante un parlamento bicameral con representación exclusivamente irlandesa (Dáil Éireann y Seanad Ëireann).

En 1937 se aprobó una nueva constitución de manera tal que se produjo el reemplazo del Estado Libre Irlandés por otro estado, conocido como Eire o República de Irlanda. La constitución formalmente imponía la forma de gobierno republicana pero solamente fue en 1949 cuando ésta pasó a ser efectiva con la elección del primer presidente de la República. Automáticamente dejó de ser miembro de la Mancomunidad británica de Naciones (Commonwealth).



Himno y bandera de la República de Irlanda

A fecha actual, Éire es un estado europeo, miembro de la UE, con plena soberanía política, una república parlamentaria en la que el jefe de estado cuenta con muy pocas atribuciones de dirección política del país. 

Uno de los momentos más simbólicos de las difíciles relaciones entre Reino Unido y la República Irlanda se vivió hace apenas dos años con motivo de la visita oficial de Isabel II a Dublín. Tal vez el acto de mayor significación de ese viaje desarrollado en 2011 fue el homenaje que la Jefa de estado británica rindió a los patriotas irlandeses caídos en el Alzamiento de Pascua de 1916.



Imágenes de la visita de Isabel II a Irlanda (2011)

sábado, 20 de julio de 2013

Nuevos estados europeos de siglo XX: de la República Democrática de Bielorrusia, la Rada y el exilio bielorruso


Mapa de la República Democrática de Bielorrusia (1918-1919). Fuente: Wikipedia

Tercer capítulo de nuestra serie “Nuevos estados europeos del siglo XX”. Empezamos con dos estados filonazis de la Segunda Guerra Mundial, la República “independiente”de Eslovaquia de monseñor Tiso y el Estado “independiente” de Croacia de AntePavelic. En esta ocasión vamos más al este y nos retrotraemos a la Primera Guerra Mundial: la creación de la República Nacional de Bielorrusia (Belorusian National Republic, BNR). 

Los bielorrusos nunca habían contado con un estado nacional. Durante siglos habían formado parte de estados con base étnica dominante ajena, casos por ejemplo del Principado de Polatsk y el Gran Ducado de Lituania durante la Edad Media y de la República o la Mancomunidad de las Dos Naciones (Polonia y Lituania) durante la Edad Moderna. Desde el siglo XVIII la práctica totalidad de losterritorios de lo que hoy conocemos como Bielorrusia pasaron a formar parte delImperio zarista. Rusia procedió a una intensa rusificación del territorio y su población, situación que se mantuvo hasta la Primera Guerra Mundial cuando fue campo de batalla (frente oriental) del enfrentamiento entre rusos, de una parte, y alemanes y austro-húngaros de otra. De hecho los alemanes llegaron a controlar buena parte Bielorrusia occidental. Tras la revolución de octubre de 1917, que inicialmente triunfó en Minsk y otras ciudades bielorrusas, los alemanes recuperaron la iniciativa y los soviéticos perdieron el control de casi todo el territorio.


Pahonia, emblema oficial de la República Democrática de Bielorrusia (1918-1919). 
Fuente Wikipedia.

El nacionalismo de los rusos blancos o bielorrusos se manifestó de forma muy marcada durante estos años. De hecho, fue durante la negociación del Tratado de Brest-Litovsk entre la Rusia bolchevique –que quería una rápida salida de la guerra mundial traicionando los acuerdos firmados por Nicolas II con la Entente– y el Imperio Alemán (II Reich) cuando la Rada (asamblea) proclamó la independencia de Bielorrusia aprovechando el vacío de poder debajo por la retirada soviética. Surgió así el estado que es objeto de estudio en esta entrada: la República Nacional (también denominada Popular) Bielorrusa.


Primer gobierno de la República Democrática Bielorrusa (1918). Fuente: Wikipedia


Por interés estratégico, de disponer de un estado tapón frente a la siempre temible Rusia (ahora soviética), la Alemania de Guillermo II dio cierto apoyó a este nuevo estado aunque a efectos prácticos los bielorrusos acusaron reiteradamente a los alemanes de obstaculizar el fortalecimiento de sus instituciones estatales aún embrionarias. La aventura duró poco menos de un año pues el nuevo estado careció de elementos básicos para mantener una vida independiente en la comunidad internacional (límites estatales reconocidos, fuerzas armadas propias, sistema financiero…). La derrota definitiva de Alemania y los Imperios Centrales en la Primera Guerra Mundial implicó la pérdida del decisivo apoyo exterior y la consiguiente ocupación por parte de los soviéticos y su Ejército Rojo en enero de 1919, todo esto en el contexto de la recién iniciada Guerra Civil Rusa. De hecho los soviéticos instituyeron un nuevo estado comunista: la República Socialista Soviética Bielorrusa. La guerra ruso-polaca, pocos meses después, provocó una nueva redistribución territorial yla pérdida real de cualquier posibilidad de reconstituir un estado libre ydemocrático en Bielorrusia. De hecho, en 1922 la república socialista soviética de Bielorrusia pierde su “independencia formal” para pasar a ser uno de los estados fundadores de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).


Celebración del aniversario de la fundación de la República Democrática de Bielorrusia. Vilna, 1935.
Fuente: Wikimedia 

Ahora bien, ¿desapareció el estado nacional bielorruso surgido en 1918? Perdió el requisito, indispensable para el reconocimiento internacional de cualquier estado independiente, de contar con territorio propio, pero algunas de sus instituciones políticas subsistieron en el exilio y se presentaron internacionalmente como legítimas representantes del pueblo bielorruso. Así la Rada su asamblea representativa, se trasladó a Vilna en 1919 para posteriormente hacerlo a Grodno y a Kaunas, donde estableció una relación de coordinación y apoyo mutuo estable con la República de Lituania. Lituanos y bielorrusos intentaron así contener el expansionismo de sus poderosos vecinos, tanto el de los rusos soviéticos como el de los polacos, con éxito muy limitado. Mientras Lituania, pese a algunas importantes pérdidas territoriales, incluida la capital, Vilna, mantuvo su independencia política, Bielorrusia ya no la recuperó. De hecho durante los años veinte y treinta la Rada se mantuvo en el exilio y no colaboró, ni con los soviéticos ni, tras el inicio de la Segunda Guerra Mundial, con los alemanes que invadieron y devastaron Bielorrusia. En la Bielorrusia ocupada por los nazis sí se constituyó un estado títere, Rada Central Bielorrusa, pero este no mantuvo relación alguna con las autoridades democráticas de la Rada exiliadas en occidente. 

Al concluir la Segunda Guerra Mundial la Rada de la República Democrática Bielorrusa recuperó su actividad desde Alemania occidental. Así lo hizo público en 1948, en una conferencia política celebrada en Osterhofen (Baviera). El exilio bielorruso, junto a los de otras nacionalidades sometidas a la URSS como las de las antiguas repúblicas bálticas, Ucrania…, denunció la ocupación soviética del país y la violación de los derechos humanos que sufría su población. El interés estratégico occidental durante la Guerra Fría llevó a EE.UU. y sus aliados a apoyar algunas de sus actividades. Radio Europa Libre emitió durante muchos años programas de radio para la población de Bielorrusia tanto en ruso como en bielorruso.


Bandera e himno oficial de la República de Bielorrusia que recupera los símbolos de
 la República Democrática de Bielorrusia, 1918-1919)



Crónica de Euronews sobre situación política de Bielorrusia: represión de la oposición democrática

En 1991, en pleno proceso de descomposición de la URSS, se proclama en Minsk la independencia de la República de Bielorrusia. El nuevo parlamento de Bielorrusia adoptó los símbolos estatales de la República Democrática d Bielorrusia, incluida la bandera blanca, roja y blanca. No obstante, había un problema de legitimidad institucional que impidió, a diferencia de lo que sucedió en otras repúblicas exsoviéticas como las bálticas, la disolución de las instituciones políticas representativas del exilio. El lento proceso de democratización del país se cortó en 1994 cuando se produjo la elección como presidente de Alexander Lukashenko. Este rechazó cualquier tipo de relación con el exilio político bielorruso y estableció un régimen dictatorial que, a fecha actual, sigue siendo prácticamente el único estado europeo que no es miembro del Consejo de Europa

La Rada mantiene sus actividades políticas principalmente entre la población bielorrusa de Europa y Norteamérica. Su actual presidenta es Ivonka Survilla, la séptima en los casi ya 100 años de vida de la institución.


lunes, 8 de julio de 2013

Nuevos estados europeos del siglo XX: el Estado Independiente de Croacia de Ante Pavelic

Mapa del Estado Independiente de Croacia (1941-1945). Fuente: Wikipedia


Segundo capítulo de nuestra serie de verano “Nuevos estados europeos del siglo XX”, dedicado, esta vez también, a un estado que, igual que Eslovaquia, protagonista de la primera entrega, actualmente existe pero bajo un régimen político profundamente diferente al que alumbró el dominio nazi en la Europa de la Segunda Guerra Mundial: el Estado Independiente de Croacia (Nezavisna Država Hrvatska, NDH).


Si la República Independiente de Eslovaquia surge como estado títere alemán tras la desintegración forzada de Checoslovaquia de 1939, el Estado Independiente de Croacia lo es de la Alemania nazi y la Italia fascista cuando la primera invade Yugoslavia en 1941. Yugoslavia, un estado plurinacional fallido surgido tras la Primera Guerra Mundial, no pudo sobrevivir a las presiones ejercidas por el III Reich. La estrategia alemana, solamente en parte apoyada por Mussolini, pasaba por constituir un estado croata que fuese un fiel y muy directo aliado en los Balcanes. Pese a algunas reticencias y diferencias, Italia dio soporte político al nuevo estado. En este sentido resulta incluso en parte cómico pensar que se aprovechó la coyuntura para entronizar como jefe de estado de Croacia a un miembro de la familia reinante en Italia, a Aimone de Saboya, que reinó (sin nunca pisar territorio croata) como Tomislav II. Hitler, en cambio, reparó más en asuntos de calado político interno más profundo. Su plan inicial pasaba por colocar al frente de ese estado al poderoso partido conservador católico del país, el Partido Campesino Croata, pero el rechazo de éste llevó finalmente a confiar tal creación de éste al movimiento ultranacionalista fascista de Ante Pavelic conocido como los ustacha. En todo caso, realmente el territorio del nuevo estado estuvo siempre ocupado por fuerzas militares del Eje, tanto de Alemania como de Italia, en este último caso solamente hasta la capitulación ante los aliados. El régimen fascista de los ustacha fue solamente reconocido por los estados del Eje y, excepcionalmente, por algún estado neutral, caso de la España de Franco. Su política internacional y de guerra fue muy dependiente del III Reich y de Mussolini.


La situación interna de esta Croacia “independiente” fue muy precaria y extremadamente violenta. El régimen instaurado en Zagreb, que compensó amplísimas cesiones territoriales a favor de Italia en la costa del Adriático con la integración de Bosnia-Herzegovina, se inspiró en el conocido comúnmente como fascismo clerical. No obstante, las iniciales muy buenas relaciones con la Iglesia católica croata, que apoyó primero el movimiento nacionalista durante los años treinta y posteriormente la independencia, se tornaron hostiles en gran medida debido a la brutalidad represiva del régimen de Pavelic. La polémica figura del arzobispo de Zagreb, Stepinac, condenado por las autoridades comunistas por colaboración con el régimen fascista, fue quien mantuvo esa difícil relación con el máximo dirigente del estado croata.


Los ustacha, extremadamente fanáticos, sembraron el pánico entre las minorías étnicas situadas en el territorio del nuevo estado croata, especialmente entre judíos, gitanos y serbios. Los fascistas croatas, inspirados por sus correligionarios alemanes y húngaros, crearon un ideal racista propio. Curiosa e “interesadamente” esa represión no se dirigió hacia la población bosnia de religión musulmana que, en general, fue tratada con benevolencia, en buena medida por ser considerados enemigos históricos y un buen contrapeso de los serbios de religión ortodoxa. Los campos de concentración de Croacia, algunos verdaderos campos de exterminio como el de Jasenovac, rivalizaron con los alemanes de Polonia. Este campo es tristemente recordado por las atrocidades de las que fueron víctimas en él decenas de miles de serbios. En el verano de 1942 varios miles de adultos fueron decapitados y se estima que casi 20000 niños también fueron asesinados en él. Imágenes fotográficas de tales atrocidades, actualmente disponibles en la Red, estremecen a cualquiera que las vea.

Controlada por la Alemania nazi, los ustacha también colaboraron activamente con la temprana deportación de los judíos del territorio, entre 35000 y 40000, a campos de exterminio de Polonia. En general, fruto de la brutal represión ustacha, se estima que el régimen ultranacionalista croata fue responsable del asesinato de aproximadamente 10000 gitanos, casi 350000 judíos y entre 250000 y 500000 serbios, aparte de grupos más reducidos de población eslovena e incluso italiana. De hecho la relación entre croatas e italianos en las zonas costeras ocupadas por estos últimos fueron extremadamente malas, conflictivas, con numerosos sucesos de violencia. 

El régimen cayó al poco de ser tomada su capital, Zagreb, por los partisanos, en mayo de 1945, y finalmente, con el apoyo de las potencias aliadas, su territorio integrado nuevamente en el recién reconstituido estado de Yugoslavia.

Sorprendente resulta conocer con detalle la suerte de la mayor parte de los responsables de este régimen político criminal. Lograron, en medio de la confusión de la posguerra europea, el respaldo de organizaciones clandestinas de apoyo a refugiados que operaron desde el Vaticano y una interesada tolerancia de los aliados occidentales, salir de Croacia y exiliarse, la mayoría en América Latina. El destino preferido fue la Argentina de Perón, aunque parte acabó recalandoen la España de Franco donde las autoridades del régimen les prestaron un discreto apoyo. Destacan, por encima de otras, dos figuras: la del propio Ante Pavelich, que murió en Madrid en 1959, dos años después de huir precipitadamente de Buenos Aires tras un atentado, y donde aún podemos encontrar la tumba donde están enterrados sus restos en el cementerio de San Isidro, y uno de los comandantes del campo de exterminio de Jasenovac, Maks Luburić (Maks el carnicero), refugiado en Valencia bajo una identidad nueva dada por las autoridades españolas, Vicente Pérez García. Murió asesinado por una agente del estado yugoslavo de Tito en 1969.


Tumbas de Ante Pavelic y su esposa en el cementerio madrileño de San Isidro.

Nuevos estados europeos del siglo XX: la República independiente de Eslovaquia de monseñor Tiso

Fuente: Wikipedia

En verano Historia_a_por_Todas normalmente dedica una serie de posts a alguna categoría de hechos poco conocidos pero relevantes de Historia contemporánea. El año pasado, por ejemplo, nos ocupamos de los orígenes de las empresas automovilísticas y las prodigiosas historias personales de sus fundadores, hoy apellidos muy conocidos de afamadas marcas del mundo del motor. Este verano, revuelto de nacionalismo en y fuera de España, en Europa, nos vamos a dedicar a una corta caracterización de lo que podemos denominar estados fallidos europeos del siglo XX de base nacionalista, estados que nacieron en una situación crítica, normalmente asociados a una coyuntura bélica (posguerra de la Primera Guerra Mundial, ocupación del Eje durante la Segunda Guerra Mundial...) o al desmoronamiento del bloque soviético al final de la Guerra Fría…. La mayoría se corresponden a regímenes políticos desaparecidos, incluso algunos de estos estados ya no tienen continuidad territorial independiente, otros sí. Hoy la serie la iniciamos con uno que, aunque existe hoy, la República de Eslovaquia, no es continuidad histórica del que vamos a estudiar, la República Independiente de Eslovaquia o EstadoEslovaco, estado títere del III Reich que surge tras la desintegración de Checoslovaquia en 1939 y la creación, en la parte checa, tras la anexión de los Sudetes a Alemania, de los protectorados de Bohemia y Moravia.

El Estado Eslovaco se proclamó oficialmente como república independiente en julio de 1939 y tuvo como presidente al dirigente colaboracionista nazi monseñor Josef Tiso. Éste, de hecho, había huido meses antes a Alemania por diferencias con las autoridades centrales de Praga que se resistían a la todopoderosa influencia nazi y especialmente a la anexión de los Sudetes, finalmente sin éxito. De hecho Hitler fue el gran protector de Tiso. Apoyo la secesión de Eslovaquia de Checoslovaquia en marzo de 1939 y la creación de este estado títere. Con él, Hitler otorgó un status relativamente privilegiado a los eslovacos que, en buena medida, se habían sentido dominados u oprimidos por los checos durante el periodo de entreguerras. Moravia y especialmente Bohemia eran países más ricos, prósperos e industrializados que Eslovaquia. También entre los eslovacos la influencia de la Iglesia católica era mayor, a diferencia de Chequia, sociedad más secularizada. Hitler coqueteó con la idea de una anexión de Eslovaquia por parte de Hungría pero finalmente accedió a la creación de este estado satélite que, en cualquiera de los casos, fue el primero de base exclusivamente eslovaca en la historia. No obstante, el nuevo estado tuvo que aceptar la cesión, nada más constituirse, de una parte de su territorio (Rutenia Transcarpática) a Hungría. También tuvo sometida al III Reich su política exterior y de defensa. El instrumento legal para ello fue el Tratado de Protección Mutua entre el Imperio Alemán y el Estado Eslovaco. Desde esta posición de subordinación, Eslovaquia participó en las principales campañas bélicas del III Reich en Europa oriental, particularmente en la campaña de Rusia, con una contribución de segundo orden.


Desde el punto de vista interno, el nuevo estado se constituyó como un régimen dictatorial de partido único, el Partido Popular Eslovaco, de orientación ultraconservadora, nacionalista, confesional católica y fascista, con importantes semejanzas en aquella época con el régimen de los ustachas en Croacia, de Petain en la Francia de Vichy o del propio Franco en España (nacionalcatolicismo). El régimen de monseñor Tiso destacó por su política antisemita, de persecución de los judíos, pero también de otras minorías étnicas como los gitanos y los checos. La Guardia de Hinkla, organización paramilitar dependiente del Partido Popular Eslovaco, fue el brazo ejecutor de algunas de las acciones más cruentas de represión y exterminio. El antisemitismo, inicialmente algo más moderado que en el III Reich, pronto se intensificó. A partir de 1941 la abundante población judía del país fue recluida en ghetos para, posteriormente, ser deportada a campos de concentración y exterminio, aunque el gobierno eslovaco quiso dar la apariencia, en complicidad con las autoridades alemanas, que esos traslados eran a fábricas de armamento del III Reich en Polonia. Se calcula que unos 60000 de los 70000 judíos eslovacos murieron. Las presiones externas, especialmente del Vaticano, fueron determinantes para en buena medida detener esas deportaciones entre 1942 y principios de 1944, para nuevamente reanudarse con fuerza tras el fracaso del levantamiento popular antifascista del verano de 1944. Entonces los alemanes entraron en el país y se establecieron de forma permanente, para sofocar el alzamiento a petición de Tiso, y la independencia del estado eslovaco fue meramente formal hasta que en enero de 1945 se produjo la definitiva ocupación por el Ejército Rojo.

La suerte de los dirigentes eslovacos colaboracionistas fue particularmente cruenta. Tiso y su gobierno se entregaron en Austria a las fuerzas norteamericanas pero fueron extraditados a las nuevas autoridades de la recién reconstituida República de Checoslovaquia, donde desde un primer momento la influencia comunista fue considerable. Fueron juzgados como criminales de guerra, buena parte de ellos condenados a muerte y ejecutados, Tiso incluido (1947). También la minoría alemana del país, que había gozado de grandes privilegios durante la época de dominio del III Reich, sufrió persecución desde el levantamiento popular de 1944. Muchos murieron y otros huyeron hacia el oeste. Prácticamente todos perdieron sus propiedades inmobiliarias en el nuevo orden impuesto por los soviéticos tras la guerra.