jueves, 28 de agosto de 2014

Nuevos estados europeos del siglo XX: la República de Macedonia o la Antigua República Yugoslava de Macedonia


Mapa de la República de Macedonia: límites desde 1991 hasta la actualidad y territorios reivindicados.
Fuente: www.mediterraneosur.es 

Varias entradas de nuestro blog, tanto de este verano como del anterior, se han ocupado de presentar brevemente el surgimiento de nuevos estados en Europa durante el siglo XX. Algunos subsisten, otros no, incluso alguno ha sido particularmente efímero. Lo que no ha concurrido en ninguno de estos casos ha sido una polémica tan intensa sobre su denominación como en el caso del estado de Macedonia surgido tras la desintegración de Yugoslavia en 1991.

La República de Macedonia –oficialmente Antigua República Yugoslava de Macedonia (Former Yugoslav Republic of Macedonia – FYROM, en inglés) o Ex república yugoslava de Macedonia- es un pequeño estado situado en los Balcanes, sin salida al mar, y de apenas 2 millones de habitantes en poco más de 25.000 kilómetros cuadrados. Su territorio coincide con el de la antigua República Socialista de Macedonia, uno de los seis estados federados de la República Federal Socialista de Yugoslavia. De hecho, fue una de las primeras repúblicas federadas de Yugoslavia que accedió a la independencia. Aunque el proceso no fue del todo pacífico, sí es cierto que no se produjo una crisis política y militar equiparable a los casos de las cesiones de Eslovenia y especialmente de Croacia y Bosnia-Herzegovina.


La independencia de Macedonia gozó de amplio reconocimiento internacional. No obstante, un estado vecino, Grecia, objetó desde un primer momento que este nuevo estado emplease el término Macedonia para su denominación, término que según los griegos genera confusión pues también es el que se emplea para denominar a una región de su estado. Tras la oposición griega está el temor a que macedonios ultranacionalistas puedan en un momento dado reivindicar una Macedonia unida junto a la Macedonia egéica (Grecia), incluso  la incorporación de territorios en Bulgaria (Macedonia de Piri), Albania y de la propia Serbia (Gora y Prohor Pčinjski). Este criterio, en todo caso, no es seguido por la mayoría de los actuales macedonios que viven en el estado de Macedonia y que aceptan su condición de eslavos. 



En general, la posición griega es bastante conocida. Rechaza que sean macedonios –los denominan skopjanos- los habitantes del actual territorio de la República de Macedonia. Esta negación de la condición misma de macedonios lleva a que Grecia se opusiese son solamente al uso del término Macedonia en el nombre del estado –resuelto provisionalmente por mediación de la ONU en 1995- sino también de determinados símbolos, especialmente su bandera entre 1992 y 1995. Grecia se oponía al empleo del sol de Vergina. El conflicto en este caso se resolvió cuando el gobierno de Skopje, capital de la República de Macedonia, aceptó modificar su bandera. 


Macedonia no es un estado étnicamente homogéneo. Los macedonios eslavos son mayoría, casi 2/3, pero hay una numerosa comunidad albanesa de casi el 30 % de la población. En 2001 ambas comunidades entraron en conflicto, en buena medida debido al desequilibrio que empezó a producirse desde 1999 como consecuencia de la entrada en el país de refugiados albaneses que huían de la Guerra de Kosovo. Aunque el conflicto ahora mismo está superado, no obstante, sigue habiendo quejas por parte de los albaneses que acusan a la mayoría de macedonios eslavos de controlar el poder político y económico del estado. Actualmente la República de Macedonia es uno de los estados reconocidosoficialmente como candidatos para su ingreso futuro en la Unión Europea.

lunes, 18 de agosto de 2014

Nuevos estados europeos del siglo XX: la Ciudad Libre de Dánzig


En la serie que nos ocupa en Historia_a_por_Todas dedicada a nuevos estados del siglo XX, hoy nos detenemos en un caso muy singular: la Ciudad Libre de Dánzig. Aunque su denominación oficial completa fue la de Ciudad-estado Libre de Dánzig, no fue en sentido estricto un estado y menos aún un estado independiente. Esta entidad política territorial surgió como una fórmula de compromiso entre Alemania y Polonia al concluir la Primera Guerra Mundial. 


El origen legal de la ciudad libre de Danzig lo encontramos en el Tratado de Versalles por el cual, en 1919, Alemania reconocía su derrota frente a la Entente. Danzig había sido históricamente una ciudad alemana, que por entonces contaba con unos 400.000 habitantes de los cuales el 85 % eran de origen alemán, pero Polonia, recíén recuperada su independencia (Segunda República de Polonia), necesitaba imperiosamente una salida segura al mar Báltico. La fórmula, en buena medida impuesta a Alemania, pasaba por la aceptación del territorio de Danzig como "ciudad internacional libre", un status de protectorado que guardaba cierto paralelismo con el que se había otorgado a Tánger en Marruecos (Zona Internacional de Tánger). La protección exterior de la Ciudad Libre de Dánzig se encomendó a Polonia pero bajo la salvaguardia de la Sociedad de Naciones. Esta organización internacional, también surgida en la posguerra mundial,  se encargaba de garantizar el orden político institucional de la ciudad. Dánzig contaba con parlamento propio y constitución. No obstante, los puntos esenciales en el ámbito internacional lo determinaban las obligaciones que la ciudad libre contraía para asegurar el uso del puerto por barcos polacos, incluidos los de guerra, y el libre desarrollo a través del territorio de actividades mercantiles. Desde el punto de vista comercial Danzig y Polonia constituyeron una unión aduanera.

Aunque sin duda la solución dada objetivamente perjudicó a los alemanes de la ciudad, no obstante, su suerte fue notablemente mejor que la sufrida por otros compatriotas que pasaron directamente a ser habitantes de estados extranjeros, caso por ejemplo de los territorios o los enclaves de Alta Silesia y Prusia occidental (anexión por Polonia), Memelland (Lituania), Alsacia y Lorena (Francia), Schleswig septentional (Dinamarca) o Eupen-Malmedy (Bélgica). No obstante, en el programa revisionista del Tratado de Versalles de los nacionalistas alemanes la restitución de Danzig ocupó siempre un puesto preeminente. Esta reivindicación fue recogida especialmente por los nazis cuando llegaron al poder. En abril de 1939 Hitler pronunció un discurso en el que solicitó formalmente la recuperación de la soberanía de Alemania sobre la ciudad libre de Danzig. Los nazis, cuya influencia en el gobierno de la ciudad fue creciente, supieron agitar el malestar de los alemanes residentes contra el status quo, hecho que como podemos comprobar se recogió en documentales de propaganda. Fue así como el inicio de la invasión alemana de Polonia, con la rápida ocupación de la ciudad, fue aceptada con júbilo por la gran mayoría de la población residente en la ciudad. Los polacos (minoría) que osaron permanecer en el territorio fueron objeto de represalias. Se calcula que en las primeras semanas de la campaña murieron solo en Danzig no menos de 10000 polacos. La rápida derrota de Polonia se tradujo en el restablecimiento de la gobernación de Alemania (III Reich) sobre la ciudad y la lógica desaparición del Estado Libre. Al final de la Segunda Guerra Mundial, Danzig (rebautizada como Gdansk por los polacos) volvió a ser territorio de Polonia tras sufrir una terrible devastación. La mayoría de la población de origen alemán, por temor a las represalias, huyó de la ciudad en 1945.

sábado, 16 de agosto de 2014

Nuevos estados europeos del siglo XX: de la Grecia del Régimen del 4 de agosto y del Estado Helénico


La serie “nuevos estados europeos del siglo XX” que es posible seguir en entradas de nuestro blog en los veranos pasado y presente, en esta ocasión, repara en la relación existente entre el ascenso del movimiento neonazi (Amanecer Dorado) en la Grecia actual, acosada por la crisis del euro, y los precedentes históricos no muy conocidos de instauración en el país de regímenes políticos de orientación fascista entre 1936 y 1941 (Régimen del 4 de agosto o Tercera civilización helénica), una dictadura liderada por Metexás, y otro posterior colaboracionista con el Eje (Estado Helénico), entre 1941 y 1944.


El ascenso del fascismo en Italia (años veinte) y Alemania (nazismo, años treinta) al poder impulsó el desarrollo de movimientos de similares características en casi todos los países europeos. Grecia no fue, en este sentido, una excepción. El 4 de agosto de 1936 -pocos días después del inicio de la Guerra Civil en España- el general Metexás dio un autogolpe de estado desde su puesto de Primer ministro (jefe de gobierno) con el apoyo del rey Jorge II. Metaxás fue visto por un sector muy amplio de la oligarquía griega como un protector de su posición de dominio económico y social, frente al ascenso político y electoral del partido comunista.

El régimen de Metexás adoptó medidas y formas de organización típicamente fascistas, entre las que destacó el cierre del parlamento y la desaparición del pluripartidismo. Aunque hubo algunas organizaciones de inspiración fascista y el régimen adoptó un modelo de organización socioeconómica corporativista, el fascismo griego no destacó precisamente por su antisemitismo. Sí fue fuertemente represivo y de carácter marcadamente autoritario, pero no expansionista. De hecho, tras el inicio de la Segunda Guerra Mundial, el gobierno de Metaxás mantuvo una posición de prudente neutralidad. Pesó sin duda el precedente de alianza política con Reino Unido y los intereses económicos de gran parte de la burguesía griega con los países aliados. Los italianos, disconformes con la política griega de Metaxas de oposición a su expansionismo en el Mediterráneo, especialmente en la costa del Adriático, aprovecharon la entrada de su país en la Segunda Guerra Mundial en 1940 para atacar a Grecia: guerra greco-italiana. Los griegos, contra pronóstico, pudieron oponerse de forma eficaz a la invasión italiana de tal suerte que finalmente tuvieron que ser los alemanes los que se vieron en la necesidad de intervenir en ayuda de Mussolini. La operación Marita, en abril de 1941, acabó con la ocupación de Grecia por el Eje y la consiguiente caída del Régimen del  4 de agosto. La limitada importancia de Grecia como país objeto de explotación económica por parte de la Alemania nazi influyó de modo decisivo en la división del territorio con las otras dos potencias invasoras (Bulgaria, Alemania e Italia). El Eje, igual que en otros países ocupados, impuso un régimen colaboracionista, el Estado Helénico, donde el margen de autonomía de las autoridades locales fue relativamente alto según avanzó el periodo de dominación.

Reparto de Grecia entre las potencias del Eje en la 2ª Guerra Mundial.
Fuente: Wikipedia

Una parte numerosa de la Grecia conservadora se opuso o mantuvo una posición de escasa colaboración con los invasores. El rey Jorge II se exilió y su gobierno monárquico liberal-conservador tuvo reconocimiento oficial aliado. No obstante, en el territorio griego, su influencia real era mínima. Fue básicamente la milicia comunista la que mantuvo la resistencia frente a la invasión. Los tres gobiernos títeres, liderados por Tsolákoglu, Logothetopoulos y Rallis, estuvieron constituidos básicamente por militares germanófilos y algunos altos funcionarios del estado. Consintieron, cuando no aplicaron directamente a través de sus propios recursos, medidas represivas. El antisemitismo del III Reich también afectó a los judíos de Grecia y muchos fueron deportados a campos de concentración y exterminio. Al producirse la liberación aliada de Grecia, la sociedad siguió profundamente dividida y tampoco los vencedores tenían un plan claro de futuro político de país. Las diferencias entre monárquicos -que lograron el restablecimiento de la monarquía con Jorge II- y los comunistas acabaron desembocando en una cruenta guerra civil que, en buena medida, puede considerarse como uno de los primeros conflictos de la Guerra Fría.


miércoles, 13 de agosto de 2014

Nuevos estados europeos del siglo XX: del Reino de Islandia y la República de Islandia


Mapa político de Islandia. Fuente: www.atlasescolar.com.ar

Nuestra serie “nuevos estados europeos del siglo XX”, muchos fallidos, otros no, ha reparado básicamente en el centro y el este de Europa: Croacia, Eslovaquia, Bielorrusia, Transnistria y Moldavia..., y mucha menos atención nos ha merecido el occidente atlántico, con la excepción de Irlanda. Hoy, precisamente, nuestro foco mira al oeste, y a otra isla, Islandia, territorio dependiente de Dinamarca hasta la Primera Guerra Mundial.


Hoy Islandia es uno de los estados con más alto índice de desarrollo humano mundial. La crisis financiera que sufrió haceapenas unos años y especialmente la forma en la que afrontó su superación han permitido sacar del olvido a esta isla de poco más de 100.000 kilómetros cuadrados y unos 330000 habitantes. Su historia contemporánea no tan reciente también ha tenido capítulos muy interesantes, principalmente con ocasión de la Segunda Guerra Mundial. A lo largo del siglo XX, admeás, ha vivido una situación de independencia política bajo dos formas de estado: monarquía (constitucional) y república (parlamentaria).

En diciembre de 1918, a través del Acta de Unión entre Dinamarca e Islandia, el estado danés reconoció de facto la independencia de su territorio insular atlántico. El movimiento nacionalista islandés, especialmente activo desde finales del siglo XIX, había conseguido el reconocimiento del derecho a la autodeterminación del país. Se materializó en un acuerdo, el Acta de Unión, por el que los islandeses aceptaban al rey de Dinamarca, entonces Cristian X, como jefe de estado, y el ejercicio pactado de algunas competencias por parte del estado danés, particularmente importantes, la de defensa y relaciones exteriores. Se reconocía además que el pacto era revisable en 1940. El nuevo estado recibió el nombre de Reino de Islandia.


Precisamente ese mismo años, 1940, la Segunda Guerra Mundial alteró radicalmente el panorama político. El territorio continental de Dinamarca fue invadido por el III Reich en abril de 1940. No sucedió igual con Islandia cuyo Parlamento ratificó infructuosamente su status de neutralidad, roto por la ocupación británica acaecida pocas semanas después de la alemana del territorio continental danés. Estados Unidos pasó a ser la potencia ocupante a partir de julio de 1941, o sea, antes incluso de declarar la guerra al Eje en diciembre del mismo año.  Islandia se convirtió en una plataforma aliada de primer orden en las operaciones de ataque al Eje en el flanco noroccidental de Europa. En junio de 1944, ocupada todavía Dinamarca por los nazis y con los norteamericanos disponiendo casi de modo libre del territorio para sus operaciones bélicas, el Parlamento de Islandia (Alþingi) formuló una declaración plena de independencia, rompió todo vínculo político con Dinamarca y se instituyó como república. Semanas antes, los islandeses habían aprobado en referéndum su independencia  A fecha actual, ese sigue siendo su status. Además, en la posguerra mundial se erigió como firme aliado de EE.UU. en la Guerra Fría y es miembro fundador de la OTAN (1949).

lunes, 11 de agosto de 2014

Nuevos estados europeos del siglo XX: de la República de Trasnistria como región segregada de la República de Moldavia


República de Transnistria segregada de la República de Moldavia. 
Fuente: blog Im-pulso

El verano pasado Historia a por Todas dedicó varias entradas a presentar nuevos estados fallidos surgidos en el siglo XX. Fue así cómo nos ocupamos de analizar brevemente los casos de la República independiente de Eslovaquia, Estado independiente de Croacia, República democrática de Bielorrusia y del conjunto de estados irlandeses surgidos tras la Primera Guerra Mundial (República Irlandesa, Estado Libre de Irlanda y República de Irlanda). En común, el surgimiento como estados-nación en circunstancias históricas críticas en Europa como fueron el final de la Primera Guerra Mundial y la ocupación nazi de Europa… Retomamos la serie, este verano, con la República Moldava de Transnistria (Pridnestrovia), un estado bajo la protección de Rusia que surge a partir de la segregación de una parte del territorio de una exrepública soviética, Moldavia. La anexión rusa de Crimea y la guerra civil que actualmente se desarrolla en eleste de Ucrania han ayudado a recuperar el recuerdo de este territorio secesionista


La república de Transnistria se extiende sobre una estrecha faja de tierra entre el río Dniester y la frontera suroccidental de Ucrania. Ocupa un territorio de poco más de 4000 kilómetros cuadrados (aproximadamente el doble de la extensión de la isla de Tenerife) y cuenta con medio millón de habitantes, divididos casi a partes iguales entre moldavos, rusos y ucranianos. Su capital es Tiráspol y surge como estado como resultado de la Guerra Civil de Transnistria librada entre 1990 y 1992 cuando este territorio de la exrepública soviéticade Moldavia se opone a la declaración de independencia de Moldavia, finalmente aceptada por la ONU y casi la totalidad de la comunidad internacional. 


El origen del conflicto entre esta región secesionista y el gobierno moldavo de Chisinau hay que buscarlo en la época soviética. Buena parte del territorio de la Transnistria, de hecho, había formado parte de la república soviética de Ucrania hasta los años cuarenta del siglo pasado. La población de origen eslavo (ruso, ucraniano…) y especialmente los judíos -estos últimos prácticamente exterminados- sufrieron la ocupación alemana y rumana durante la Segunda Guerra Mundial. En la posguerra parte de la población moldava fue deportada a Asia Central, acusada de colaboracionismo con el Eje. Las tensiones entre etnias se recuperó en los años ochenta cuando los eslavos percibieron con creciente desconfianza el renacimiento del nacionalismo moldavo, principalmente de la intención declarada por parte de este de unificación del país con Rumanía. Un elemento de particular tensión se percibe en torno a la lengua pues el moldavo es una variante del rumano. Tras la independencia de los años noventa del siglo XX, buena parte de la población del territorio del Transniester se opuso a la sustitución del alfabeto cirílico por el latino en la escritura de la lengua moldava. Aunque es cierto que el componente cultural y nacional explica en parte el proceso de secesión de la región y posterior guerra civil, en la que los separatistas contaron con la ayuda de Rusia (14º ejército), hay analistas que consideran que el componente ideológico político fue más importante aún. Buena parte de la clase dirigente de la época soviética abrazó la causa de la secesión y, de hecho, pese a la apariencia de pluralismo político que existe en el régimen de la república de Transnistria, lo cierto es que es uno de los pocos territorios de las exrepúblicas soviéticas no rusas donde aún hay un reconocimiento público de símbolos de la etapa comunista. Un ejemplo muy claro de ello lo constituye la propia bandera y escudo del estado. Hay reiteradas y bien fundamentadas acusaciones de violaciones de los derechos humanos en este territorio por parte de sus autoridades de facto. En los últimos años se han dado algunos tibios signos de deshielo en las relaciones entre Tiráspol y Chisinau, aún insuficientes para revertir el inmediato pasado de guerra y distanciamiento.

La Guerra Civil produjo la muerte de aproximadamente 1500 personas y el alto el fuego aceptado en 1992, bajo la tutela de la OSCE, sigue aún vigente. La República de Moldavia no acepta la secesión, tampoco la inmensa mayoría de los estados del mundo. De hecho, la mayor parte de sus ciudadanos ha de usar pasaporte moldavo, ruso o ucraniano, su moneda (rublo transnistrio) no puede cambiarse en los mercados internacionales y solamente Rusia y las regiones secesionistas de Abjasia (Georgia), Osetia de Sur (Georgia) y Nagorno Karabaj (Armenia)  mantienen relaciones diplomáticas con la República de Transnistria.