domingo, 25 de julio de 2010

Dictaduras de América Latina en el siglo XX: la Cuba de Fulgencio Batista

Hoy es actualidad las dificultades que sufre la dictadura castrista en Cuba. El régimen comunista se instauró en Cuba en 1961, apenas dos años después del triunfo de la Revolución que depuso a uno de los dictadores más sanguinarios de América Latina del siglo XX: Fulgencio Batista.

La Cuba de entonces era un estado en buena medida intervenido exteriormente por EE.UU., que ejercía casi un régimen de protectorado sobre la isla desde que logró su independencia de España en 1898 y superó la ocupación militar norteamericana de los cuatro años siguientes. La denomina enmienda Platt, apéndice agregado a la Constitución de Cuba de 1901 es un buen ejemplo de ello.

Batista fue un militar que tuvo un gran protagonismo político en la Cuba de mediados del siglo XX. Participó activamente en el golpe de estado de 1934 y ocupó la jefatura del ejército. Desde él dirigió de modo muy directa la represión contra los grupos opositores socialistas y comunistas. En 1940 fue candidato a la presidencia del país y elegido democráticamente con un programa progresista. Ocupó el cargo hasta 1944. Durante la Segunda Guerra Mundial siguió una política proaliada muy marcada y mantuvo una relación muy estrecha con EE.UU. En 1952 regresa al poder, esta vez a través de un golpe de estado. Washington, con poderosos intereses comerciales y económicos en la isla (hostelería, azúcar...) apoyó a Batista pese a las acusaciones generalizadas de corrupción y la oposición creciente de la población. El 1 de enero de 1959 hubo de huir del país tras el triunfo de la Revolución Cubana liderada por Fidel Castro. Inicialmente se refugió en Santo Domingo y Madeira, para definitivamente establecerse en España, bajo el amparo del general Franco. Murió en Marbella en 1973 y sus restos están enterrados en Madrid.

viernes, 23 de julio de 2010

Dictaduras de América Latina en el siglo XX: Stroessner y Paraguay


Alfredo Stroessner fue la cabeza de una de las dictaduras más duraderas y crueles de América Latina durante el siglo XX. Al frente del Partido Colorado, monopolizó el poder político bajo la aparente forma de un régimen democrático pluripartidista, donde las reglas del juego estaban al servicio del dictador.


La dictadura de Strossner se implantó en 1954 y sólo cayó treinta y cinco años después, fruto de las contradicciones y luchas internas de poder entre los grupos que apoyaron el régimen y la pérdida de ayuda por parte de EE.UU. Strossner gobernó Paraguay de forma autoritaria el país, y se aprovechó del apoyo de otros regímenes dictatoriales de la región. Contó con el respaldo de la oligarquía económica que durante décadas sumió el país en una situación de pobreza y gravísima desigualdad social. También adquirió relevancia internacional las reiteradas acusaciones de ser Paraguay refugio de nazis huidos de Europa tras la Segunda Guerra Mundial. También militantes de extrema derecha española durante la Transición se refugiaron en el país. Strossner, de origen alemán, fue un confeso simpatizante del nazismo. De hecho, está constatada la presencia de Joseff Mengele en el país, años antes de su partida a Brasil donde finalmente murió. En 1989 Strossner huyó del país y se exilió en Brasil. Allí murió en 2006.

jueves, 22 de julio de 2010

Nuevo número de la Revista DIM

La revista digital DIM publica su número 17, en el que aparecen algunas de las comunicaciones del pasado 2.º Congreso AULATIC celebrado en Barcelona el pasado mes de marzo y al que tuvimos la ocasión de asistir. Hay contribuciones muy interesantes.

miércoles, 21 de julio de 2010

Dictaduras de América Latina en el siglo XX: la dictadura cívico-militar de Uruguay (1973-1985)

Seguimos con nuestra serie "dictaduras latinoamericanas del siglo XX", y nuestra segunda parada la hacemos en Uruguay. Este pequeño estado sudamericano, conocida como la Suiza de América, se caracterizó durante años por su estabilidad política democrática y relativa prosperidad económica. En los años sesenta del siglo pasado, no obstante, la situación social empeoró. Dentro del movimiento obrero uruguayo surgió con fuerza el denominado movimiento tupamaro, organizado de forma muy potente alrededor de la defensa de un proyecto revolucionario de orientación marxista que tomaba como modelo más cercano el de la Revolución cubana. En 1968 optó por la lucha armada como instrumento de participación política a la vez que la extrema derecha y el ejército, hasta entonces bastante alejado de la participación política, actuó como contrapunto en una ambiente de creciente violencia. En 1973, el presidente constitucional, Bordaberry, logró el apoyo de las fuerzas armadas para dar un golpe de estado cívico-militar. La acción contó con el apoyo de la dictadura de Brasil, del momento, y de los Estados Unidos, comprometidos entonces en una lucha muy enérgica contra lo que consideraban movimientos subversivos de extrema izquierda en el cono sur: apenas unas semanas después los militares también asumían el poder por la fuerza en Chile.

El régimen instaurado disolvió el Parlamento e intentó implantar un régimen de carácter autoritario de inspiración fascista. De hecho su modelo intentó imitar buena parte de las construcciones politicas del carlismo español, en lo teórico, y el franquismo en el orden institucional establecido. No lo logró. En cambio, fueron los militares los que asumieron un poder creciente en la dirección del país, y protagonizaron de modo muy directa la represión política de la oposición. El general Gregorio Álvarez estuvo al frente de la jefatura del estado entre 1981 y 1985. Aunque cuantitativamente no adquirió las proporciones de las dictaduras militares argentina o chilena de la época, el régimen uruguayo también persiguió con dureza a sus enemigos políticos: desapariciones, encarcelamiento y exilio . No obstante, no desmantelaron completamente el régimen de partidos histórico del país y, de hecho, pese a que inhabilitaron a muchos dirigentes de los partidos tradicionales (blanco y colorado), otros miembros sí participaron en el entramado institucional de la dictadura. Un plebiscito celebrado en 1980 dio al traste con los intentos de instaurar un régimen constitucional autocrático a su medida y, tras un amplio pacto entre la durante mucha parte de la dictadura dividida oposición democrática, Uruguay celebró elecciones democráticas libres en 1985.

martes, 20 de julio de 2010

Dictaduras de América Latina en el siglo XX: Pérez Jiménez y Venezuela

Tras varias semanas ocupados con las implicaciones políticas que han tenido la celebración de los mundiales de fútbol a lo largo de la Historia, inauguramos una nueva serie, esta vez dedica a los dictadores que ha tenido América Latina durante el pasado siglo. No vamos a hacer una presentación exhaustiva -algo muy difícil en todo caso porque ejemplos hay muchos y de muy diversa orientación ideológica-, sino simplemente acercarnos a un fenómeno, el de las dictaduras, muy presente en la Historia contemporánea de América como una manifestación extrema de autoritarismo, muchas veces con origen o justificación en el caudillismo cívico-militar o militar.

Y empezamos con Venezuela, que vive actualmente años de equívoco régimen democrático, con el recuerdo de su última dictadura, la encabezada por Marcos Pérez Jiménez entre los años 1952 y 1958. Se trató de un régimen autoritario de carácter conservador, reaccionario, fuertemente apoyado por la oligarquía del país y con una orientación modernizadora en lo económico innegable. Se desarrollaron obras públicas de gran calado, como las autopistas que unen Caracas con La Guaira y Valencia, el conjunto urbano de los Próceres y la Ciudad Universitaria, en Caracas. Pérez Jiménez también abrió las puertas del país a la inmigración, principalmente europea de portugueses, italianos y españoles. Entre la colonia española destacó por su número los inmigrantes canarios y gallegos.

La moneda tuvo reverso, el característico de los regímenes dictatoriales que excluyen el más elemental respeto al estado de derecho, la libertad y los derechos humanos. Se suprimió la actividad pública de la gran mayoría de los partidos políticos y organizaciones sindicales independientes. Muchos opositores sufrieron cárcel, exilio o desapariciones, fenómeno este último extraordinariamente extendido en la región como instrumento de lucha política. Contó con el apoyo de los EE.UU., en el contexto de la Guerra Fría y ante la expansión creciente de la ideología comunista por América y el Caribe.

La caída del régimen se produjo en enero de 1958 gracias a la conjunción de la movilización popular, principalmente de trabajadores, y un pronunciamiento militar de oficiales opositores. Pérez Jiménez tuvo que tomar el camino del exilio con dirección a la República Dominicana. Años después fue extraditado a Venezuela, juzgado y condenado, pero cumplió una pena de prisión de unos cinco años, entre 1963 y 1968. Con posterioridad, sin mucho éxito, intentó reintegrarse a la vida política venezolana en la etapa democrática. Sus intentos cesaron cuando tomó el camino definitivo del exilio, en Madrid, donde falleció en 2oo1. Curiosamente, cuando Hugo Chávez, también militar pero de orientación progresista, tomó el poder, invitó a Pérez Jiménez a su toma de posesión y mantuvo con él una buena relación.

lunes, 19 de julio de 2010

Fútbol e Historia: la España del éxito de Sudáfrica 2010 y el fracaso de España 1982



España ha hecho "Historia" en Sudáfrica 2010 al proclamarse campeona mundial de fútbol. Una marea de españoles de todas las edades ha inundado las calles del país para celebrar el principal hito futbolístico de España de todos los tiempos. Detrás quedan otras ocasiones mundialistas desaprovechadas por la selección, y entre éstas, tal vez una de las que resulte más destacada, es la del Mundial de 1982 que se celebró en España.



La organización del Mundial fue todo un reto para la sociedad española del momento. Se consideró el evento como una oportunidad de primer orden para mostrar al mundo la imagen de una nueva España, ya democrática y con niveles considerables de progreso material y desarrollo social. Se construyeron estadios, como el de Oviedo y Valladolid, y otros fueron profundamente remozados, entre éstos, el Nou Camp de Barcelona y el Santiago Bernabeu de Madrid. El esfuerzo organizativo fue considerable y, en ese terreno, el logro fue más que satisfactorio desde la inauguración que se produjo en Barcelona hasta la final celebrada en el Santiago Bernabeu. En cambio, no acompañó el éxito deportivo. España fue eliminada en la segunda fase, al no superar ni a la República Federal de Alemania ni a Inglaterra en Madrid. Antes, a duras penas, logró la clasificación en la primera fase celebrada por la selección en Valencia.



La mascota del Mundial fue Naranjito, símbolo que tuvo un éxito mediático relativamente considerable. Era aquella una España que, pese a la recuperación democrática, vivía aún con sobresalto una situación política compleja. El Gobierno de Leopoldo Calvo Sotelo llegaba a su fin ese verano -de hecho pocas semanas después de concluido el Mundial se convocaron elecciones anticipadas que posteriormente ganaron los socialistas con Felipe González como candidato a la presidencia del gobierno. Otro acontecimiento de primer orden, también de aquel año 1982, fue la primera visita al país del Papa Juan Pablo II. De todo eso hace ya 28 años...