Tras varias semanas ocupados con las implicaciones políticas que han tenido la celebración de los mundiales de fútbol a lo largo de la Historia, inauguramos una nueva serie, esta vez dedica a los dictadores que ha tenido América Latina durante el pasado siglo. No vamos a hacer una presentación exhaustiva -algo muy difícil en todo caso porque ejemplos hay muchos y de muy diversa orientación ideológica-, sino simplemente acercarnos a un fenómeno, el de las dictaduras, muy presente en la Historia contemporánea de América como una manifestación extrema de autoritarismo, muchas veces con origen o justificación en el caudillismo cívico-militar o militar.
Y empezamos con Venezuela, que vive actualmente años de equívoco régimen democrático, con el recuerdo de su última dictadura, la encabezada por Marcos Pérez Jiménez entre los años 1952 y 1958. Se trató de un régimen autoritario de carácter conservador, reaccionario, fuertemente apoyado por la oligarquía del país y con una orientación modernizadora en lo económico innegable. Se desarrollaron obras públicas de gran calado, como las autopistas que unen Caracas con La Guaira y Valencia, el conjunto urbano de los Próceres y la Ciudad Universitaria, en Caracas. Pérez Jiménez también abrió las puertas del país a la inmigración, principalmente europea de portugueses, italianos y españoles. Entre la colonia española destacó por su número los inmigrantes canarios y gallegos.
La moneda tuvo reverso, el característico de los regímenes dictatoriales que excluyen el más elemental respeto al estado de derecho, la libertad y los derechos humanos. Se suprimió la actividad pública de la gran mayoría de los partidos políticos y organizaciones sindicales independientes. Muchos opositores sufrieron cárcel, exilio o desapariciones, fenómeno este último extraordinariamente extendido en la región como instrumento de lucha política. Contó con el apoyo de los EE.UU., en el contexto de la Guerra Fría y ante la expansión creciente de la ideología comunista por América y el Caribe.
La caída del régimen se produjo en enero de 1958 gracias a la conjunción de la movilización popular, principalmente de trabajadores, y un pronunciamiento militar de oficiales opositores. Pérez Jiménez tuvo que tomar el camino del exilio con dirección a la República Dominicana. Años después fue extraditado a Venezuela, juzgado y condenado, pero cumplió una pena de prisión de unos cinco años, entre 1963 y 1968. Con posterioridad, sin mucho éxito, intentó reintegrarse a la vida política venezolana en la etapa democrática. Sus intentos cesaron cuando tomó el camino definitivo del exilio, en Madrid, donde falleció en 2oo1. Curiosamente, cuando Hugo Chávez, también militar pero de orientación progresista, tomó el poder, invitó a Pérez Jiménez a su toma de posesión y mantuvo con él una buena relación.
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