Hace unos días llegó a las carteleras españolas Katyn (Andrzej Wajda, 2007). Se trata de una película polaca que aborda uno de los primeros grandes crímenes de la Segunda Guerra Mundial: el asesinato de al menos unos 4.100 polacos, en su gran mayoría oficiales del ejército polaco, en el bosque de Katyn, acaecido en la primavera de 1940. Acordada la división de Polonia entre la Alemania y la URSS gracias al Pacto secreto germano-soviético (agosto de 1939), nazis y soviéticos invadieron y dividieron el país en dos zonas de ocupación. Stalin, máximo dirigente soviético del momento, decidió la eliminación de buena parte de los prisioneros polacos en poder del Ejército Rojo. Su brazo ejecutor fue el comisario Beria. No fue el de Katyn la única masacre de los soviéticos en Polonia. Muchos prisioneros, no sólo militares, sino también intelectuales, dirigentes políticos nacionalistas…, fueron asesinados en otras actuaciones. En total se estima que los eliminados en el conjunto de tres masacres acaecidas en la primavera de 1940 se sitúa en torno a los 25.000 ciudadanos polacos.
En 1941 la situación política cambió y la URSS fue invadida a traición por los nazis. Dos años después, en 1943, los alemanes hicieron pública la existencia de las fosas comunes en Katyn. Inmediatamente las autoridades nazis culparon a los comunistas soviéticos y aprovecharon el crimen para lanzar una intensa campaña propagandística anticomunista: el documental que aquí podemos ver, del régimen de Vichy (franceses colaboracionistas), es un buen ejemplo. También Franco envió a un representante, Giménez Caballero, quien dio testimonio público del crimen a través de un libro: La matanza de Katyn (visión de Rusia). Los soviéticos negaron cualquier responsabilidad en los hechos pero su testimonio no fue creíble, especialmente para el gobierno polaco en el exilio –en Londres-, que rompió relaciones con Moscú. Churchill, conocedor de la autenticidad del hallazgo y la imputación hecha por la Alemania nazi, por conveniencia bélica, prefirió dar credibilidad a la versión soviética.
El final de la Segunda Guerra Mundial, con la total ocupación soviética de Polonia y posterior establecimiento de un régimen dictatorial comunista, tuvo el efecto de prorrogar durante décadas el reconocimiento soviético del crimen. En los Juicios de Nuremberg, la farsa soviética llevó a que se intentara procesar a algunos oficiales nazis por el hecho, aunque finalmente no fue tomado en cuenta y no hubo ninguna condena por los hechos. Ni siquiera la desestalinización de los años cincuenta permitió que Moscú asumiera su responsabilidad. Eso sucedió en 1990, ya acabada la Guerra Fría. Se desclasificaron documentos secretos soviéticos y nuevas fosas comunes fueron localizadas y sus cadáveres, en algunos casos, exhumados.
3 comentarios:
HOy en El País salía un artículo sobre el tema. Muy interesante.
Se me olvidaba...
http://www.elpais.com/articulo/internacional/Katyn/Auschwitz/elpepiint/20091022elpepiint_9/Tes
Muy buen artículo el de "El País". Gracias, Jorge.
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