martes, 19 de agosto de 2008

Olimpiadas y política exterior española: el boicot a Moscú 1980


Hemos leído que España estuvo ausente de los Juegos Olímpicos de Berlín, 1936, y Melbourne, 1956, por razones ideológicas bastante antagónicas. Su ausencia, de hecho, fue bastante excepcional. En 1980, en el contexto de la Guerra Fría, la organización de las Olimpiadas correspondió a Moscú, capital entonces de la URSS, la superpotencia del bloque comunista. Meses antes de la celebración, el régimen soviético había apoyado la invasión de Afganistán, país de Asia Central que con este movimiento caía totalmente bajo el control de la URSS. La reacción de los estados occidentales, con EE.UU. a la cabeza, fue promover el boicot de sus deportistas a la participación en los Juegos. Algunos países siguieron estrictamente esa orientación, como los mismos EE.UU., Canadá, Alemania Federal, Japón..., entre otros. En algunos casos, aunque los gobiernos habían desaconsejado a sus deportistas la participación, de hecho sí lo hicieron, pero bajo bandera olímpica, no la bandera de su estado. Esa situación no era novedosa, pues atletas alemanes ya habían participado bajo esa fórmula en los Juegos de Helsinki de 1952.

El Gobierno de España, entonces en plena Transición Democrática y bajo la presidencia de Adolfo Suárez, apoyó el boicot olímpico, pero los deportistas españoles pudieron participar bajo bandera olímpica, como también lo hicieron atletas de otros estados como Reino Unido, Italia, Australia... Cuatro años después, fueron los países satélites de la URSS los que boicotearon la celebración de las Olimpiadas de Los Angeles, 1984. España, en esta ocasión, participó en plenitud, lógico teniendo en cuenta el alineamiento prooccidental de España en la Guerra Fría.


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