lunes, 13 de julio de 2009
En medio de los rigores térmicos del verano y bastante lejos de nuestro lugar habitual de residencia, nos enfrentamos a un nuevo capítulo de nuestra serie "Magnicidios consumados y frustrados del siglo XX". Hemos ya dedicado atención a algunos exitosos, desde la perspectiva de los asesinos, los de Anwar El Sadat, Indira Ghandi y Olof Palme. Hoy cambiamos tercio; nos ocuparemos de uno frustrado, el cometido contra el papa Juan Pablo II en la plaza de San Pedro del Vaticano el 13 de mayo de 1981.
Los hechos son muy conocidos: Ali Agca, miembro de un grupo terrorista ultranacionalista turco, los Lobos Grises, dispara varias veces, hasta en tres ocasiones sobre el cuerpo de Juan Pablo II. De las tres balas, una es mortal de necesidad, al pecho, con la suerte para la vida del Pontífice que es desviada por una medalla de la Virgen de Fátima que portaba. Otra de las balas le hirió en el estómago y obligó al ingreso hospitalario de la víctima. El terrorista fue rápidamente detenido, enjuiciado y condenado por la Justicia italiana, a quien le correspondía la jurisdicción penal del hecho. Pero, falta lo básico: ¿por qué actuó así Ali Agca? ¿Simple fanatismo religioso? ¿Hubo alguna complicidad no conocida, la intervención acaso de algún servicio secreto que quisiera provocar la muerte del Papa polaco?
Pronto se desvelaron sospechas y se abrió una línea de investigación que vinculaba la acción de Ali Agca con un plan urdido por el KGB pero ejecutado por uno de sus servicios de inteligencia aliados, el de Bulgaria. Hubo un nuevo juicio, en 1985, pero no se probó en él esas supuestas vinculaciones. Estamos en la época de la Guerra Fría y el hecho de que la Iglesia Católica tenga como máxima autoridad a un polaco, procedente de uno de los países satélites de la URSS, era visto por las autoridades comunistas como un factor de desestabilización. De hecho, Juan Pablo II discretamente había apoyado en su país natal, Polonia, la acción antigubernamental del sindicato libre Solidaridad. Un recientísimo viaje a Polonia (junio de 1979), al poco de su proclamación como Papa, se había saldado con un gran éxito y la constatación por parte de las autoridades del país del peligro que suponía para la subsistencia del régimen comunista, la permanencia de Karol Wojtyla como Papa. Los testimonios sobre la implicación del KGB son contradictorios; unos favorables, otros opuestos. Será necesario que la investigación histórica haga su trabajo y pueda desvelar definitiva e irrefutablemente no sólo la autoría material (evidente) sino todas las circunstancias reales que concurrieron en este hecho.
Veinticinco años después, Ali Agca recobró la libertad, en Turquía, pero pocos días después su liberación fue revisada y volvió a prisión. Hasta hoy. Ha dado muestras de reconcialiación, no sólo con el Papa -con quien dialogó en dos ocasiones en la prisión italiana en la que estuvo recluido-, sino también con el catolicismo al manifestar su voluntad de conversión. Ahora bien, ¿acabará desvelando quién fue, si lo hubo, el que le hizo el encargo de asesinar al Papa?
Publicado por Luis Miguel Acosta en 17:03
Etiquetas: Guerra Fría, Historia del Mundo Contemporáneo
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario