Al año y meses de alcanzar los nazis el poder en Alemania, se estrenó El triunfo de la voluntad (Triumph des Willens, Leni Riefenstahl, 1935), tal vez una de las mejores películas de propaganda de la Historia del cine. Junto a Victoria de Fe (1933) y Día de Libertad: nuestras Fuerzas Armadas (1935), forma parte de la conocida como Trilogía de Nuremberg, tres películas de propaganda nazi que tienen como base las concentraciones anuales del partido nazi en Nuremberg. Riefenstahl fue una mujer muy cercana al círculo de poder nazi, amiga personal de Speer y Hess -uno de los términos a aclarar en nuestro blog colaborativo de la Webquest La secretaria de Hitler-, pero en cambio tuvo una relación distante y conflictiva con otros líderes, particularmente con Goebbels. Su distanciamiento con el régimen fue creciente y logró superar la depuración que los aliados hicieron de los dirigentes y simpatizantes nazis al acabar la Segunda Guerra Mundial.
En El triunfo de la voluntad vemos un Hitler victorioso, en uno de los momentos de mayor popularidad, y en los inicios del proceso de construcción de la dictadura nazi. Tal como podemos observar en la traducción subtitulada de su discurso, los elementos propios de un régimen totalitario aparecen ya claros: confusión entre partido, estado y nación. Y obviamente, el liderazgo indiscutible del máximo dirigente, en este caso el Fuhrer. Atrás queda la República de Weimar y ya empieza a hacerse realidad el Tercer Reich.
Nosotros, en cambio, nos quedamos con otro triunfo, El triunfo de Tarzán (Wilhelm Thiele, 1943). Nueve años después de El triunfo de la voluntad, Hollywood contribuye a la victoria aliada con un uso propagandístico de Tarzán, en este caso, luchando denodadamente contra los nazis que han llegado nada más y nada menos que a la mismísima selva y sabana africanas. Tal como hemos visto, Walt Disney también contribuyó poniendo al servicio de los Aliados al pato Donald. El final de El triunfo de Tarzán nos permite ver a la mona Chita -mono realmente- impartiendo instrucciones por la radio de modo tal que los oficiales nazis creen recibirlas del mismísimo Hitler.
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