EE.UU. ha sido pródigo en magnicidios. Los ha habido extremadamente famosos, como los de sus presidentes Abraham Lincoln, en 1865, o de John F. Kennedy, en 1963. Pero ha habido también otros. De entre éstos, destacamos el del líder del movimiento antisegregacionista Martin Luther King. Los vídeos primero y tercero de este post, de un documental de Canal de Historia, relatan el asesinato del reverendo negro defensor de los derechos civiles.
La abolición de la esclavitud en EE.UU. se hizo efectiva al final de la Guerra de Secesión. Los estados sureños, opuestos a esta medida promovida por Lincoln, fueron derrotados en la probablemente más famosa guerra civil contemporánea, desde luego del siglo XIX. Pero una cosa es que los negros recobrasen la libertad en las plantaciones y otra, bien distinta, que se superase la discriminación. Fue a partir de los años cincuenta del siglo XX cuando la minoría negra tomó conciencia de su situación y luchó de forma organizada para superarla. El trato privilegiado de la población blanca en algunos estados del sur se reflejaba en el acceso a la universidad, la segregación en los servicios públicos y la escuela, diferentes condiciones laborales en puestos similares.
De entre los líderes del movimiento negro antisegregacionista, conocido como de igualdad de derechos civiles, destacó un joven pastor baptista, protestante: Martin Luther King. Frente a posiciones extremistas de otros compañeros de movimiento, defendió siempre la vía pacífica, el responder sin recurrir a la violencia a las continuas provocaciones de las autoridades estatales blancas y los racistas o supremacistas. Contó con el apoyo de las autoridades federales, especialmente de Kennedy durante su breve mandato presidencial, pero eso no era muchas veces suficiente pues los estados con legislaciones racistas hicieron cuanto pudieron para resistir el cambio: Alabama, Georgia, Mississippi, Lousiana, Arkansas, Tennessee… Fue precisamente en este último estado, en Memphis, donde sufrió el atentado mortal de abril de 1968.
Se detuvo en Londres a James Earl Ray como autor del asesinato y fue condenado por ello a 99 años. Aunque en un principio Ray aceptó la autoría para evitar la pena de muerte, finalmente se desdijo. Se trataba de un delincuente común que antes del crimen se había fugado de una prisión de Missouri. Como en otros magnicidios, pronto surgieron dudas y otras interpretaciones, principalmente las conexiones con grupos racistas o incluso con la CIA y el FBI. En 1977 la Cámara de Representantes (Congreso de EE.UU.) abrió una investigación minuciosa de los hechos conocidos. No hubo modificación de las conclusiones judiciales previas.
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