sábado, 14 de marzo de 2009

Funerales y enterramientos del siglo XX: Rudolf Hess


Se ha avanzado en la aclaración de significados de nuestro blog colaborativo de la Webquest La secretaria de Hitler. Mañana, antes de la clase del lunes, haremos balance. Entre los términos que requieren más aclaración está Rudolf Hess. Nuestra serie Funerales y enterramientos del siglo XX le dedica este post. Hess fue uno de los pocos líderes nazis que sobrevivió al final de la Segunda Guerra Mundial. Tuvo una vida de película, con viaje extraordinariamente misterioso a Gran Bretaña incluido. Condenado a cadena perpetua en los Juicios de Nuremberg, murió recluido como único prisionero de la cárcel de Spandau, en circunstancias muy extrañas. O sea, que también merecería un post de la serie Misterios de la Historia del siglo XX.


Rudolf Hess fue uno de los dirigentes nazis más conocidos antes y después de la conquista del poder por éstos en 1933. Su temprana y comprometida vinculación con el nazismo le costó la cárcel tras el golpe de Munich de 1923. De hecho se le atribuye, en prisión, una colaboración muy estrecha con Hitler en la redacción de Mein Kampf. Se puede decir que por formación, voluntad y determinación, Rudolf Hess fue el ideológo principal del nazismo. Fue durante años el segundo dirigente del partido y del estado nazis, y ocupó varios cargos ministeriales. Fue el responsable último de la organización de los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936.


El anterior documental de Canal de Historia nos relata el asombroso giro que experimenta su vida a partir de mayo de 1941. En plena Segunda Guerra Mundial, y cuando Hitler ya ultimaba su ataque a la URSS, Rudolf Hess cae en paracaídas sobre Escocia. El avión que pilotaba se quedó sin combustible cuando intentaba aterrizar en la pista de una de las propiedades del Duque de Hamilton. Sobrevivió a la caída. Herido, Hess convence a un campesino que le asiste, David Mac Lean, para que le conduzca ante el Duque de Hamilton, sin lógicamente identificarse como dirigente nazi. Mac Lean accede y el Duque de Hamilton lo recibe. Hess se presenta como emisario de Hitler, con la pretensión de entablar negociaciones directas para una paz germano-británica. Hamilton, que no lo había visto desde los Juegos Olímpicos de Berlín, se niega a entablar ningún contacto con él e informa a las autoridades británicas. Se le detiene y encarcela. Desde Alemania se desautoriza totalmente el hecho, aunque hay evidencias de que Hitler era conocedor, en parte, de la operación. Hay historiadores que relacionan la operación de Hess con su oposición frontal a abrir la guerra a la URSS sin haberla concluido antes con Gran Bretaña. Pero la versión oficial alemana es de condena sin paliativa: una locura. En esta descalificación pública muestra especial celo su gran enemigo dentro del régimen, Goebbels. Obviamente tan rocambolesca historia se ha prestado a mil y una conjeturas sobre móvil, complicidades supuestas en Gran Bretaña, etc. Incluso una conocidísima película, Lo que queda del día (The remains of the day, James Ivory, 1993), basada en la novela del mismo título de Kazou Ishiguro, recrea las posibles conexiones entre algunos miembros de la nobleza británica y los nazis en los años previos a la Segunda Guerra Mundial.


Justificado o no, lo cierto es que Hess fue condenado doblemente, por la Alemania nazi y por Gran Bretaña. Esta última ya no le dejaría recobrar la libertad nunca más. Condenado a cadena perpetua en Nuremberg, cumplió la pena íntegramente. En 1987 murió en la prisión de Spandau, según la versión oficial británica –autoridades aliadas responsables de la custodia del centro-, por autoestrangulamiento. Había perdido la memoria y padecía Parkinson, razones que hicieron menos creíble aún la versión británica. Su funeral y entierro fueron muy polémicos pues los grupos neonazis convirtieron la controversia sobre su posible muerte no accidental en argumento de controversia política.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Con Hess fueron mucho más duros que con otros como Speer que tuvo conocimiento de la solución final como se demostró con algunas fotos.
¿Qué sabía Rudulf Hess que no intersaba a los ingleses?