sábado, 24 de enero de 2009

Funerales y enterramientos del siglo XX: Stalin


Seguimos en clase trabajando la Revolución Rusa y ya hemos llevado a la toma del poder por los bolcheviques en la Revolución de Octubre. Es ya el momento de referirnos a Stalin, quien a la muerte de Lenin en 1924, lo reemplazó como máximo dirigente de la Unión Soviética hasta su desaparición en 1953.

Ya hemos hecho referencia a la actuación de Stalin que, en su desmedida pretensión de poder, desplazó y forzó al exilio a su gran rival, Trostky, rival al que finalmente asesinaría en Ciudad de México. Por el momento no nos vamos a detener en el estudio del régimen de terror que impuso en la URSS, especialmente con motivo de las purgas de los años treinta y cuarenta, con millones de muertos y desplazados. No, aquí sólo nos vamos a referirnos a su muerte, y de este modo añadimos un capítulo más a nuestra serie Funerales y enterramientos del siglo XX.

Los últimos meses de Stalin, igual que su vida política anterior, por el ejercicio siniestro y criminal del poder: reanudó las purgas, entre las cuales destacó la que desarrolló contra los médicos del Policlínico del Kremlin que atendían a los máximos dirigentes soviéticos. En este contexto no ha de extrañar que su muerte, conocida el día 5 de marzo de 1953, esté rodeada del misterio, existiendo varias versiones de los hechos. El terror era tal entre los miembros de su círculo más cercano que, según se ha conocido con el tiempo, ni siquiera quisieron asistirlo del ataque a apoplejía sufrido, no fuera a ser que se recuperase y tomase “alguna determinación” contra éstos. Incluso se ha especulado, no sin cierta base, fundamento, que el propio Beria, uno de los máximos dirigentes comunistas, lo envenenó. De hecho, tal versión es recogida por Nikita Kruschev en sus memorias.

El culto a la personalidad de Stalin había sido tan desmedido que es fácil adivinar las características multitudinarias de sus exequias en Moscú. En un primer momento, el cuerpo de Stalin corrió igual suerte que el de Lenin: embalsamamiento y exposición pública, en el Mausoleo de la Plaza Roja, pero no por mucho tiempo. En 1956 el XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética condena la obra de Stalin y en 1961 la momia de Stalin es retirada y su cuerpo es enterrado en las Murallas del Kremlin, junto a varios centenares de dirigentes soviéticos.

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