miércoles, 23 de abril de 2008

Extrema derecha y Transición



En los últimos años de la Dictadura franquista, la clase política que apoya el régimen muestra signos de división: es lo que comúnmente se denominan las “familias” del régimen que ahora, más que diferenciarse por razones ideológicas como ocurrió en los años treinta y cuarenta (falangistas, carlistas, monárquicos, católicos...), ahora lo hacen en razón de qué planes tienen para el país a la muerte del Dictador. Entre éstos, sin mucho poder directo pero gran influencia, está el que se denomina “búnker” o inmovilistas, partidarios de que tras Franco se mantenga el régimen sin variación. Su lema más conocido es “después de Franco, las instituciones”. Pronto se vieron desbordados, especialmente desde finales de los sesenta, por los denominados aperturistas. Quieren que perdure el régimen, sí, pero modernizado, con ciertos márgenes de libertad y pluralismo político. Su campo de batalla será la defensa del denominado Proyecto de Asociaciones por el cual cabría aprobar la legalización de asociaciones politicas incluso fuera del Movimiento Nacional. Los reformistas propiamente dichos, o sea, los partidarios de que tras la Dictadura se abra paso un proceso de reforma de las instituciones franquistas hacia la democracia, son muy pocos aún antes de la muerte de Franco. Cuando el rey Juan Carlos I ocupe la Jefatura del Estado, su influencia será mucho mayor pues sus planes coinciden con los del monarca.

Volviendo al búnker, cuyos líderes más significados eran Girón de Velasco y Blas Piñar, muerto Franco, se opusieron de forma frontal a la aprobación de la Ley para la Reforma Política, tanto en las Cortes Españolas (noviembre de 1976) como en el referéndum popular convocado en diciembre de 1976, sin éxito alguno. Su principal grupo político fue Fuerza Nueva, convertido entonces en partido político. Varios grupos de extrema derecha franquista se presentaron a las primeras elecciones generales de 1977, y no obtuvieron ni siquiera un escaño. No sucedió igual en las elecciones de 1979 donde, aunque con un resultado muy pobre, sí lograron un escaño –Blas Piñar por Madrid- agrupados en Unión Nacional.

Durante la Transición la extrema derecha alentó varios intentos de golpe de estado militar y fomentó una estrategia callejera de tensión a través de sus jóvenes militantes, algunos de ellos imputados y condenados como autores de atentados como el de los abogados laboralistas de la Calle Atocha de Madrid (enero de 1977). Su programa se basaba fundamentalmente en la crítica de la reforma democrática, particularmente tras la aprobación de la Constitución de 1978, de la creación del estado de las autonomías. También criticó con dureza la supuesta debilidad del estado en la lucha contra ETA. Tras el Golpe de Estado de 1981, la extrema derecha en España sufre un proceso de profunda división y debilitamiento. Hasta la actualidad, ninguna de sus candidaturas ha obtenido representación parlamentaria, ni en las Cortes Generales ni en Parlamento autonómico alguno.

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