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Una gran discusión entre los historiadores se ha centrado sobre si se produjo la Transición como un proceso de ruptura o reforma. Realmente es un debate básicamente historiográfico porque lo fundamental fue el resultado político.
Los reformistas, grupo dirigente procedente del franquismo, promovieron la posibilidad de llegar a un régimen democrático a través del cambio, la evolución del ordenamiento político y jurídico del régimen franquista. El Rey Juan Carlos I fue el gran impulsor de este proceso, con el apoyo inicial de Torcuato Fernández Miranda como Presidente de las Cortes Españolas y de Adolfo Suárez como Presidente del Gobierno a partir de julio de 1976.
Para la oposición democrática, ya agrupada a principios de 1976 alrededor de la Platajunta –unión de la Junta Democrática fundada en 1974 y la Plataforma de Convergencia Democrática, en 1975-, defendía la necesidad de llegar a la democracia a través de la ruptura con el ordenamiento institucional de la Dictadura. El instrumento sería la creación de un Gobierno provisional, con participación de las fuerzas democráticas, y la convocatoria de unas elecciones generales a Cortes constituyentes, o sea, un parlamento que tendría como misión la elaboración de una constitución.
Ya a partir de enero de 1977, el Gobierno de Adolfo Suárez, desde una posición de fuerza, negoció los términos de participación política de la oposición democrática en esas elecciones, especialmente el espinoso tema de la legalización del Partido Comunista.
¿Quién se llevó el gato al agua? Probablemente lo relevante es el resultado: con reforma o reforma pactada (con la oposición), lo cierto es que los españoles recobraron su soberanía (popular) cuando participaron en las elecciones generales de 15 de junio de 1977.
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