Juan Negrín, que fue presidente del gobierno de la Segunda República durante parte de la Guerra Civil y en el exilio (1937-1945), ha sido noticia estos días. El PSOE, partido en el que militó y del que fue expulsado en 1946, acusado de connivencia con el PCE y el estalinismo, le ha restituido simbólicamente en su condición de militante mediante la entrega del carnet de afiliado a su nieta, Carmen Negrín Fetter, en un sencillo acto celebrado en la sede del partido. En palabras de Alfonso Guerra, ex vicesecretario general del PSOE, con este acto se restituía la comisión de una injusticia histórica, la sufrida por Negrín y una treintena larga de militantes y que tuvo como contexto las divisiones internas entre los socialistas en los últimos meses de la Guerra Civil, entre quienes abogaban por no prolongar innecesariamente la lucha contra Franco, una vez constatada la inevitabilidad de la derrota (Indalecio Prieto), y quienes abogaron por prolongarla hasta el último atisbo de resistencia posible, como Negrín, apoyado por los comunistas.
Juan Negrin es probablemente uno de los personajes menos y peor conocidos de entre los políticos de la Wspaña del siglo XX. Concurrió en él un doble proceso de crítica y degradación: la de los franquistas , por razones obvias, que le atribuyeron entre otras supuestas tropelías, la del archiconocido episodio de la entrega de las reservas de oro del Banco de España a la URSS, y la de buena parte de los republicanos (anarquistas, parte de los socialistas, nacionalistas catalanes…), que le acusaron, igual que los seguidores de Franco, de entreguismo a Stalin. Investigaciones históricas más recientes, de reputados historiadores, sitúan al personaje en unas circunstancias mucho más complejas que las de este simple brochazo descalificador propagandístico, con análisis políticos clarividentes e importantes torpezas en la gestión de determinadas cuestiones.
Eminente fisiólogo, de reputado prestigio internacional –discípulo de Ramón y Cajal, maestro de Severo Ochoa-, canario de nacimiento y de ejercicio, Juan Negrín ingresó en el PSOE en 1929, de la mano de Indalecio Prieto, quien posteriormente fue responsable de su defenestración en los cuarenta. Su protagonismo político hasta la Guerra Civil fue limitado, situado incluso entre los socialistas más moderados y opuestos a la estrategia revolucionaria de Largo Caballero, el denominado Lenin español. En 1937, en un momento crítico para la República, asumió la presidencia del Gobierno. En ella abogó por una estrategia de resistencia a ultranza, con el respaldo del PCE especialmente. Confiaba en que la crisis europea producida por el expansionismo alemán (anexión de Austria, crisis de los Sudetes…), acabase por provocar el inicio de un guerra en el continente y el consiguiente apoyo de los aliados a la República española. La guerra mundial sí llegó, pero tarde para los planes de Negrín, en septiembre de 1939, cuando ya Franco había obtenido cinco meses antes su victoria final en la Guerra Civil. Durante la Segunda Guerra Mundial permaneció en Francia, y más tarde en Gran Bretaña y México, regresando finalmente a Francia, ya sin cargo político alguno, donde murió en 1956. Pese a distanciarse públicamente de la URSS, el sambenito de colaborador de los soviéticos estalinistas se mantuvo en la memoria de muchos. Actualmente la fundación que lleva su nombre reivindica la memoria de un hombre público y científico que, por encima de cualquier otra consideración, sigue siendo hoy un gran desconocido del gran público, como en gran medida lo son los exiliados de la Guerra Civil.
Aprovechamos este post para dar arranque a una serie “claves del exilio”, que intentará modestamente desde este blog “recuperar” la memoria de los cientos de miles de exiliados, y sus descendientes, españoles todos, que durante la Guerra Civil, desde su inicio y especialmente al final de ella, abandonaron el país.
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