Nuestra singular serie de funerales y enterramientos del siglo XX sigue abordando el momento de la muerte de personajes trascendentes de la época que estamos trabajando en clase: el periodo de entreguerras y la Segunda Guerra Mundial. Hoy abordamos el tratamiento de un militar francés, héroe de la Primera Guerra Mundial, "traidor" para muchos en la Segunda Guerra Mundial, periodo durante el cual fue durante buena parte Jefe de Estado. Hablamos, escribimos sobre Phillipe Petain.
Petain es tal vez el general francés más reconocido durante la Primera Guerra Mundial. Se le asocia de modo muy estrecho a la victoria aliada en la batalla de Verdún. También fue Jefe de Estado Mayor y en los años treinta, ministro de la Guerra. Una faceta relativamente poco conocida de Petain es la de embajador de Francia en España en 1939. De hecho, su conocimiento y estrecha amistad con el General Franco, que databa de la Guerra de Marruecos, le hizo la persona idónea para que París recuperase su maltrecha relación con la España franquista tras la Guerra Civil. Durante la Segunda Guerra Mundial, ambos se entrevistaron en Montpellier como jefes de estados que, en grado mayor o menor, colaboraron con el Eje.
Cuando se produce la invasión alemana de Francia, en la primavera de 1940, Petain es Primer Ministro. No fue capaz de evitar la derrota francesa. Su nombre, a partir de ese momento, quedó imborrablemente asociado al armisticio y, algo peor, al pacto con Hitler de modo tal que el Tercer Reich toleraba la subsistencia de un régimen francés colaboracionista, liderado por el propio Petain, en parte del país, con capital en Vichy (la Francia de Vichy), mientras el resto del país quedaba bajo la ocupación directa de la Alemania nazi.
A partir de aquí la Historia, su historia, es fácil de imaginar. Liberada Francia por los aliados, con la resuelta participación de Francia Libre, movimiento y ejército liderado por el general De Gaulle, el régimen de Vichy desaparece y se inicia un proceso de depuración de responsabilidades políticas por colaboracionismo. Pétain no escapa a éste, es juzgado por alta traición en París y condenado a muerte. De Gaulle, Presidente de Francia, dada la avanzada edad del anciano general, no se le aplica y se le sustituye por una pena de prisión perpetua. Se le recluye inicialmente en los Pirineos para, más adelante, trasladársele a la isla de Yeu. Primero permaneció recluido en la fortaleza de la Citadellem, y dado su mal estado de salud, finalmente se le concedió el privilegio de residir fuera del presidio, en la propia isla, de dimensiones reducidísimas. Allí gozó de la compañía de su mujer, hasta que murió en 1951. Se le enterró, sin ninguna solemnidad oficial, en la propia isla, en su cementerio.
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