De las tres ciudades españolas que han pretendido organizar los Juegos Olímpicos de verano, sólo Barcelona logró su objetivo. Fue la sede de los Juegos de 1992.
Pero el sueño olímpico de Barcelona es muy anterior. De hecho, presentó su candidatura en varias ocasiones en los años veinte y treinta, sin éxito. De hecho, en 1931 luchó contra Berlín por la organización de los Juegos de 1936, llegando a la final. De aquel periodo data, por ejemplo, la construcción primitiva del actual Estadio olímpico de Montjuic.
En plena Dictadura franquista, Barcelona tuvo que ceder su puesto a Madrid para que ésta pudiese presentar su candidatura a los Juegos de 1972. Entonces, por margen relativamente estrecho, Munich logró la designación. Ya en la Transición Democrática, el primer Ayuntamiento democrático de Barcelona, siendo alcalde Narcis Serra, elaboró un proyecto que mereció finalmente la designación de Barcelona por el Comité Olímpico Internacional (Lausana, octubre de 1986) como sede de los Juegos de 1992. Las palabras emocionadas de José Antonio Samaranch, barcelonés y entonces Presidente del Comité Olímpico Internacional, desbordaron la alegría de los habitantes de Barcelona, de Cataluña y de España en su conjunto. Entonces la rival a batir fue París, ciudad que a diferencia de Barcelona, ya había organizado los Juegos en dos ocasiones anteriores, 1900 y 1924.
¿Cuáles fueron las razones de la designación de Barcelona? Más que una, hubo varias. El contexto internacional del momento, en plena Guerra Fría, con el precedente de los boicots a los Juegos de Moscú (1980) y Los Ángeles (1984), no favorecía la designación como sede de un estado muy significado en la relación de tensión entre los dos bloques. España, además, era el único gran estado europeo occidental que no había aún organizado unos juegos, y el proyecto de Barcelona era sólido, basado en infraestructuras en parte ya realizadas y contaba con un claro apoyo institucional y popular: sorprendió sobremanera el número de voluntarios olímpicos dispuestos a trabajar altruistamente por la organización. También el factor histórico resultó favorable pues 1992 coincidía con el quinto centenario del descubrimiento de América. La candidatura barcelonesa gozó de la simpatía de los países de América Latina, el mundo árabe y, pese a la influencia superior de Francia en Europa, pudo granjearse algunos apoyos también entre los países occidentales europeos.
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