Vivimos momentos de grave crisis económica y financiera. En el capitalismo surgen crisis económicas cada cierto tiempo, cíclicas, pero hasta el crack bursátil de 1929 y la consiguiente Gran Depresión, nunca una crisis había alcanzado proporciones tan descomunales: cierre masivo de empresas, reducción brusca del consumo, hiperinflación, millones de desempleados en los países más desarrollados como EE.UU., Alemania, Gran Bretaña… Y todo al final de una década, la de los veinte, que si por algo se habían caracterizado era precisamente por su bonanza económica, aunque buena parte de las causas de la Gran Depresión hay que buscarlas aquí: imposición y pago de reparaciones tras la Paz de Paris por parte de los estados derrotados en la Gran Guerra, aumento de la circulación de masa monetaria, expansión irresponsable del crédito, inflación… Estados Unidos se vio afectada especialmente. Millones de norteamericanos de los estados agrícolas del medio oeste y sur tuvieron que emigrar a California en condiciones miserables.
No sólo conocemos hoy ese éxodo gracias a las fotografías extraordinarias de Dorotea Lange. También una novela muy conocida, de John Steinbeck, retrata estupendamente esa gran migración: Las uvas de la ira. Una familia campesina de Oklahoma lo pierde todo en la crisis y la sequía que asola la región y emprende un viaje hacia California en busca de unas oportunidades que permanentemente se les niegan. Las uvas de la ira (John Ford, 1940) fue llevada al cine en una extraordinaria película que nos permite reconocer muy bien las circunstancias sociales de penuria que sufrió la principal potencia industrial y económica del momento: EE.UU. La escena final, que podemos ver a continuación, simboliza el ideal de lucha y superación ante la dificultad de las clases populares en los momentos de crisis económica y adversidad.
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